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Rosa María Roffiel: donde arde la palabra, florece la libertad

  • Yatsiry Monserrat Jiménez Mayen
  • 8 abr
  • 3 Min. de lectura

ECOS DE POETISAS

08 de abril, 2025


En un país como México, donde históricamente se ha intentado silenciar la diferencia, Rosa María Roffiel alzó la voz para nombrar lo innombrado. Lo hizo desde la poesía, desde el periodismo, desde el amor. Su palabra no se limitó a describir el mundo: se propuso transformarlo. Y lo logró.


Rosa María Roffiel
Rosa María Roffiel

Roffiel nació en Veracruz en 1945 y desde joven se acercó a la escritura como una necesidad vital. Pero su camino no fue el de la literatura romántica o decorativa. Eligió la palabra como trinchera. Fue periodista antes que poeta, y eso le otorgó una mirada afilada, directa, comprometida con la verdad y con los márgenes. Trabajó en medios como Excélsior, Proceso, y más adelante fue editora en la revista feminista Fem. Ahí denunció, investigó, cuestionó y dio voz a las mujeres cuando aún el feminismo era una palabra temida y ridiculizada por muchos.


Durante la década de los 70 y 80, mientras el país se desangraba con desapariciones forzadas, represión estatal y un sistema profundamente misógino, Roffiel estaba ahí, escribiendo. Su pluma no buscaba premios: buscaba justicia.


Pero fue en la poesía donde encontró una forma más íntima y profunda de comunicar su mundo interior. En 1986 publicó Corramos libres ahora, el primer poemario lésbico en México. No fue solo un libro: fue una declaración. En cada verso, el deseo entre mujeres aparecía sin culpa ni censura, como un acto de libertad frente a una cultura que insistía en borrarlo o castigarlo.


“El miedo nos lo fueron sembrando,

día tras día,

hasta en el alma.

Pero tú y yo sabemos

que al hacer el amor

derrotamos al miedo.”



Este poema no es solo una historia de amor: es un manifiesto contra el miedo, contra el sistema que busca controlar los cuerpos y los afectos. Es un susurro y un grito al mismo tiempo. En él y en toda su obra, la sexualidad lésbica no es anecdótica ni escondida: es el centro, el motor, la raíz desde donde se construye su mirada poética y política.


Rosa María Roffiel no romantiza el amor, lo enfrenta. Lo muestra como espacio de ternura, pero también como campo de batalla. Y su lesbianismo, lejos de ser una etiqueta marginal, se vuelve un punto de partida para replantear los afectos, los vínculos, los lenguajes. En una época en la que apenas se comenzaba a hablar de diversidad sexual en México, su obra fue pionera, valiente, necesaria.


En 1989 publicó la novela Amora, un clásico de la literatura lésbica mexicana. En ella narra la vida de un grupo de mujeres que, en medio de una sociedad conservadora, se encuentran, se enamoran, se cuidan y se acompañan. Es una novela coral, con una mirada colectiva y empática, donde la sororidad y el deseo se tejen como formas de resistencia. Amora fue —y sigue siendo— un refugio para muchas mujeres que nunca se vieron representadas en los libros que les obligaban a leer en la escuela.


Roffiel entiende que el amor entre mujeres no es solo una elección íntima: es también un posicionamiento político en un mundo que sigue castigando lo diferente. Por eso sus letras tienen filo. No son neutras. No quieren agradar: quieren decir la verdad.


Y es que eso hacen las letras cuando se escriben con honestidad: sobreviven. Se quedan. Acompañan. En un país donde la censura, la violencia contra mujeres y disidencias, y la represión ideológica han sido constantes, la literatura —como el periodismo— se convierte en refugio, en arma, en memoria. Las letras siempre estarán con nosotros, aunque intenten callarlas. Y cuando son escritas desde la herida, desde el deseo, desde la lucha, tienen más poder que cualquier bala.


Rosa María Roffiel ha sido testigo, cronista, amante, sobreviviente. Su escritura nos recuerda que es posible habitar el mundo con dignidad, que es legítimo amar como se nos dé la gana, y que el lenguaje —cuando es justo— puede cambiarlo todo.


Mientras haya alguien que lea sus versos o sus crónicas, su voz seguirá viva. Porque como ella misma escribió:


“Cuando nos amamos,

se estremece el sistema.

Hacemos el amor

y la tierra tiembla,

porque juntas

hemos roto el cerco.”


Y sí, Rosa: todavía seguimos rompiendo cercos. Contigo. Con tus letras. Con tu fuego.



Por: Yatsiry Mayen


 
 
 

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