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Rojo, Blanco y Sangre Azul: El amor como un himno queer moderno

  • Foto del escritor: ANGEL ALBERTO MENDOZA HERNANDEZ
    ANGEL ALBERTO MENDOZA HERNANDEZ
  • 9 may
  • 7 Min. de lectura

UNIVERSOS DE TINTA

09 de mayo, 2025



Portada oficial del libro
Portada oficial del libro

Rojo, blanco y sangre azul no es solo una comedia romántica LGBTQ+, es un manifiesto emocional lleno de esperanza, crítica política y reivindicación. La premisa es simple, pero poderosa: ¿qué pasaría si el hijo de la presidenta de Estados Unidos se enamorara del príncipe de Inglaterra? Lo que parece el inicio de una historia ligera y divertida —y en muchos momentos lo es— se convierte en una exploración profunda sobre la identidad, las expectativas familiares, el peso del deber y el derecho al amor.


Casey McQuiston, con una pluma ágil, sarcástica y extremadamente empática, logra construir una historia que se siente tan auténtica como necesaria. Es una lectura que se devora con rapidez, pero cuyas emociones se quedan con una por mucho tiempo.


Sobre la autora: una voz fresca, necesaria y política


Casey McQuiston
Casey McQuiston

Casey McQuiston irrumpió en el panorama literario con este debut y dejó claro que vino a cambiar las reglas del juego. Su escritura no solo busca entretener, sino también empoderar, abrir puertas y normalizar aquello que durante tanto tiempo fue censurado o invisibilizado. En entrevistas ha dejado claro que quería escribir una historia donde las personas queer puedan enamorarse con libertad y tener su final feliz. Y lo logró.


Su narrativa combina perfectamente el humor con lo político, sin ser panfletaria. Hay crítica, hay denuncia, pero también hay ternura, deseo, vulnerabilidad. McQuiston tiene la habilidad de tocar temas serios con una ligereza engañosa, logrando que el mensaje cale hondo sin dejar de hacer sonreír. Y en medio de todo esto, no teme poner en primer plano la importancia de que las personas queer puedan verse reflejadas en historias que no terminen en tragedia.


Alex y Henry: una pareja que rompe moldes

Alex Claremont-Díaz, el hijo de la primera mujer presidenta de EE.UU., es un personaje que brilla por su irreverencia, su inteligencia y su desparpajo. Es un joven birracial, orgulloso, brillante, que lucha por encontrar su lugar en el mundo, no solo como figura pública, sino como ser humano. Henry, el príncipe británico, es su opuesto en muchos sentidos: reservado, educado bajo las estrictas normas de la monarquía, y cargando con el peso de generaciones de silencios y represión.


Lo fascinante de esta historia es cómo ambos se van descubriendo y desarmando el uno al otro. El proceso de enamoramiento no es inmediato ni superficial. Es torpe, es lleno de dudas, de cartas robadas, de mensajes llenos de sarcasmo que poco a poco se convierten en confesiones que derriten.


Y sí, las cartas de amor que se escriben entre ellos son, sin exagerar, algunas de las más bonitas y desgarradoras que he leído en mucho tiempo. Están llenas de citas literarias, referencias históricas y emociones que desbordan. Hay algo profundamente romántico —a la antigua— en el hecho de que se comuniquen a través de cartas, incluso en un mundo hiperconectado.


Amor en tiempos de exposición mediática

Uno de los ejes más interesantes del libro es cómo McQuiston retrata el amor en un contexto donde la privacidad es casi inexistente. La relación entre Alex y Henry tiene que enfrentarse a los ojos de todo el mundo: la política estadounidense, la monarquía británica, los medios de comunicación y el juicio público. Es una historia de amor bajo el microscopio, donde cada beso puede ser un escándalo y cada confesión, una revolución.


Sin embargo, lo hermoso es que la historia no se enfoca únicamente en el conflicto. Hay lugar para la ternura, para el crecimiento individual, para la reconstrucción de vínculos familiares y políticos. En medio de las presiones institucionales, el amor se convierte en una forma de resistencia.


Hay momentos particularmente potentes en los que el libro nos recuerda que, históricamente, las relaciones homosexuales han sido forzadas al secreto, al miedo, a la doble vida. Ver cómo Henry lucha con la culpa y el deseo de ser libre, y cómo Alex lo impulsa a imaginar un futuro distinto, es profundamente conmovedor. Es una historia que, sin dejar de ser romántica, es también profundamente política.


Representación, identidad y esperanza

Uno de los mayores aciertos del libro es cómo representa la bisexualidad de Alex sin caer en estereotipos ni explicaciones forzadas. Simplemente está ahí, como parte natural de su ser, sin necesidad de justificarla. La historia también ofrece una mirada valiosa sobre cómo la política puede (y debe) ser un espacio donde se garantice la libertad de ser y amar.


Además, la novela celebra la diversidad cultural, étnica y sexual sin caer en lo didáctico. Es refrescante leer una historia donde los personajes no sufren por ser quienes son, sino que luchan para poder vivir plenamente su verdad. La madre de Alex, una presidenta feminista, también es un ejemplo de cómo los liderazgos pueden ser inclusivos y afectivos a la vez.


La familia, tanto la biológica como la elegida, juega un papel esencial en la historia. El apoyo (o la falta de él) de las personas más cercanas influye en la forma en que Alex y Henry pueden construir su identidad pública y privada. Y ese mensaje, aunque sutil, resuena con fuerza: amar también es político, y ser amado puede ser un acto de resistencia.


Un libro que enamora, empodera y abraza

Rojo, blanco y sangre azul no solo me hizo reír, suspirar y llorar. Me hizo pensar en lo importante que es contar historias donde las personas queer pueden ser protagonistas de grandes romances, de esos que hacen historia. Me recordó que la política también es personal, que el amor no debería pedir permiso, y que a veces la revolución más poderosa es la de atreverse a amar con libertad.


No es un libro perfecto, pero es profundamente necesario. Tiene momentos en los que la trama puede sentirse un poco idealista, pero eso no es un defecto: es un acto de esperanza. McQuiston no solo escribe una historia de amor, sino un futuro posible donde las estructuras pueden cambiar y el amor ya no tenga que esconderse.

 

Una historia que no sabía que necesitaba: cómo ‘Rojo, blanco y sangre azul’ me sorprendió y me robó el corazón


Personajes en la adaptación cinematográfica
Personajes en la adaptación cinematográfica

No recuerdo la fecha exacta en la que compré Rojo, blanco y sangre azul, pero sí recuerdo perfectamente lo que sentí ese día. Fui a la librería con la intención de comprar otro libro cuyo título, irónicamente, se me había olvidado por completo. Mientras buscaba, mis ojos se toparon con una portada llamativa. Leí el título, lo tomé entre mis manos y al leer la sinopsis, algo me dijo que debía llevármelo. No era lo que buscaba, pero algo me atrajo. Tal vez fue el hecho de que se avecinaba su adaptación cinematográfica, o simplemente porque era una historia de romance homosexual, y eso ya era suficiente para despertar mi curiosidad.


No les voy a mentir: al principio me sentí un poco desilusionado por no haber encontrado el libro que originalmente quería. Pero al mismo tiempo, había algo de esperanza. Esperanza de que este libro me ofreciera algo diferente. Lo que no sabía en ese momento era que Rojo, blanco y sangre azul no solo me iba a gustar… me iba a encantar.


Recuerdo que lo terminé un 4 de junio. Me lo devoré. La prosa de Casey McQuiston es muy ligera y atrapante, lo que facilita una lectura rápida sin que por ello pierda profundidad. Hay algo en su estilo que equilibra perfectamente el humor, la ternura y lo político sin volverse denso o forzado. Y aunque tengo mis reservas con algunas escenas, especialmente las que deberían ser más sensuales, que a veces se sienten confusas o poco claras, el resto del libro lo compensa con creces.


Henry y Alex
Henry y Alex

Lo que más me gustó fue, sin duda, la historia en sí: cómo se desarrolla la relación entre Alex Claremont-Díaz, el hijo de la presidenta de los Estados Unidos, y Henry, el príncipe de Inglaterra. En un principio esperaba un enemies to lovers, pero me encontré con algo más matizado, más genuino. Fue una mezcla entre rivals to lovers y friends to lovers, con ese tipo de tensión deliciosa que no se apoya en el odio, sino en el choque de mundos, de expectativas y de personalidades.


Y sí, ¡qué historia tan preciosa! Es una historia de amor, sí, pero también es una historia de descubrimiento, de valentía y de orgullo. Me gustó mucho cómo se aborda el conflicto de salir del clóset, especialmente cuando se trata de figuras públicas que viven bajo la mirada de todo el mundo. Existe la ansiedad, el miedo y el deber, pero también el deseo de vivir con autenticidad: todo eso está retratado con sensibilidad.


Además, me encantó cómo se incluyeron elementos políticos, aunque a veces opacaban el romance. El libro plantea preguntas importantes sobre representación, visibilidad, y cómo se entrelazan lo personal y lo político. Hay algo inspirador en imaginar un mundo donde el hijo de la presidenta y el príncipe de Inglaterra puedan amarse sin tener que esconderlo para siempre.


Puede que este no sea un libro perfecto, y no tiene que serlo. Pero sí es uno de esos libros que llegan en el momento justo y que se quedan contigo. Me sorprendió para bien. Lo compré con algo de duda, y terminé adorándolo. Fue como encontrar algo que no sabía que necesitaba.


Así que, si estás buscando una historia tierna, entretenida, con personajes encantadores, momentos que te sacan una sonrisa (y alguna lágrima), y una dosis saludable de representación LGBTQ+ sin caer en el drama excesivo, este libro es para ti.


Rojo, blanco y sangre azul me recordó que, a veces, los mejores libros son los que llegan por accidente… y se convierten en favoritos por elección.


Sin duda, uno de esos libros que recomendaría a cualquiera que busque una historia vibrante, honesta y profundamente humana. No importa si no eres fan del romance o de la política: este libro tiene tanto corazón que es imposible no enamorarse de él.

 


Por: Angel MH


 
 
 

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