La música: La voz del alma
- Valeria Melissa Pacheco Mena
- 5 feb
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 23 feb
TUS EMOCIONES AL CONECTAR CON EL MUNDO
Escrito por: Valeria Melissa Pacheco Mena
La naturaleza, el agua, la lluvia, las piedras como percusión, son los primeros sonidos utilizados para la creación de la música. Con esto, se entiende que su invento fue hace miles y miles de años, para usarla en un ritual, en una danza, en un canto, tiempo después en una obra teatral, luego en un concierto y ahora para escucharla en cualquier momento del día, pero al final, cualquiera que fuera la causa, siempre se ha buscado el mismo efecto: TRANSMITIR.

Explicado por la ciencia, decimos que nuestro cerebro está diseñado para responder a los sonidos. Cuando escuchamos una melodía, diversas áreas cerebrales se activan. La dopamina, el neurotransmisor del placer, juega un papel clave en la sensación de bienestar que experimentamos al oír una canción que nos gusta.
Pero hay algo más profundo en la música: su capacidad de hacernos sentir comprendidos. La música no es solo un conjunto de sonidos organizados; es un lenguaje universal capaz de transmitir emociones sin necesidad de palabras. Es la voz del alma que tiene la necesidad de expresar su felicidad, su dolor, su furia, su ilusión, su amor o desamor a otras almas, y así, sentir la conexión con alguien que es capaz de sentir lo mismo aún con diferentes causas.
Las canciones nos hacen llorar, reír, estremecernos y hasta recordar momentos. Hay melodías que, sin explicación aparente, nos llenan el corazón porque resuenan con nuestras emociones internas. Puede ser un acorde específico, la voz de un cantante o la forma en que los instrumentos se combinan para transmitir una sensación de paz o euforia.
Por ejemplo, las canciones tristes nos hacen llorar porque despiertan la empatía y la nostalgia. Muchas veces, una melodía melancólica o una letra conmovedora nos conecta con momentos de pérdida, amor o soledad. En cambio, una canción alegre con un ritmo rápido y armonías vibrantes nos incita a movernos, generando energía y entusiasmo.
Y es que aquí es donde entran los gustos musicales, estos pueden variar según la cultura, las vivencias y la personalidad de cada persona.
A veces nos identificamos con ciertos géneros porque reflejan nuestra historia o identidad. Otras veces, nos unen con otros. Por otro lado, también existen canciones que nos desagradan porque el ritmo, la estructura o la interpretación no evocan sensaciones placenteras. Pero esto ya depende de cada persona.

La música es un puente de los sentimientos. Hace que podamos mostrar con transparencia un pedazo de nosotros, los pensamientos del alma, y poder ver el de los demás también, transformando lo intangible en algo que podemos escuchar y sentir.
Al final, es mucho más que un conjunto de notas: es la expresión pura de lo que somos.

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