top of page
Buscar

Hablemos de sentir

  • Valeria Melissa Pacheco Mena
  • 7 abr
  • 3 Min. de lectura

TUS EMOCIONES AL CONECTAR CON EL MUNDO

07 de abril, 2025


Damos por hecho demasiadas cosas; respirar, pestañear, caminar, pero hay una cosa en particular que rara vez nos detenemos a contemplar: la capacidad de sentir. No solo de tener emociones como ráfagas dentro del pecho, sino de poder reconocerlas, vivirlas y compartirlas.


Sentir tristeza, alegría, enojo, miedo, entusiasmo, sentir amor, no solo es una señal de que estamos vivos, sino también de que estamos presentes, que estamos en esta vida, lo único de lo que podemos saber con certeza. Las emociones nos atraviesan como dagas o como caricias, y a veces no entendemos cómo algo tan intangible puede mover tanto dentro de nosotros. Pero lo hace, lo sentimos, y cuando logramos traducirlo en palabras, en gestos, en acciones, es cuando verdaderamente conectamos con los demás.


Hay una profundidad infinita en el hecho de que podamos mirar a alguien a los ojos y decirle: "me importas", "te quiero", "esto me duele", "esto me alegra", "esto me da miedo". Detrás de cada una de esas frases hay demasiado significado personal, que nos permite transformar lo invisible en algo compartido. 



Uno de los sentimientos más complejos y, a la vez, más fundamentales, es el amor. Amar no es solo querer, amar es reconocer en otro algo que resuena profundamente con nuestro ser; es permitirnos ver, y ser vistos. Es aceptar que alguien puede importarnos tanto que su existencia se vuelve parte esencial de la nuestra. Enamorarse, por su parte, es confiar, entregarse, descubrir la belleza en alguien que no conocíamos, pero que de pronto se vuelve hogar.


También, se trata de amar nuestras raíces, nuestros espacios, nuestro cuerpo, nuestras rutinas. El amor, cuando es pleno, no se queda quieto en una sola persona. Se expande. Llega a la manera en que cuidamos nuestras plantas, a cómo reímos con nuestros amigos, al modo en que respiramos hondo cuando vemos el atardecer. El amor es la más pura y brillante forma de vivir.


Y sin embargo, el amor, como todas las emociones, puede asustar. Porque sentir profundamente también implica perder el control, mostrarnos vulnerables, dejar que el mundo nos toque. A veces duele, a veces nos sobrepasa. A veces quisiéramos poder apagar esa intensidad y caminar por la vida sin tanto ajetreo interno. Pero vivir sin sentir sería como existir sin alma.


También están la tristeza, la nostalgia, el miedo, la rabia. Y como ya había mencionado en una columna anterior, todas ellas nos enseñan algo. Nos recuerdan que somos humanos, que tenemos límites, que hay cosas que nos importan tanto que nos duelen. No hay emoción inútil, todas nos dicen algo, nosotros decimos algo con ellas.



Por eso es tan valioso poder expresar lo que sentimos. Porque cuando lo decimos, lo entendemos mejor. Lo organizamos. Lo compartimos. Lo transformamos. A veces basta con decir "me siento así" para que la emoción deje de ser un nudo en la garganta y se vuelva un lazo hacia alguien más. En una sociedad que muchas veces nos enseña a reprimir, a disfrazar, a callar; expresar lo que sentimos es un acto de valentía. Y también de humanidad.


Hay que celebrar nuestra capacidad de sentir. Recordar las lágrimas que no pudimos contener, las carcajadas que nos dolieron el estómago, los nervios incontrolables del primer amor, los abrazos que nos curaron sin decir palabra. Hay que apreciar también la intensidad, aunque a veces nos pese, aunque a veces nos confunda. Porque sentir, incluso cuando nos abruma, es señal de vida. Es señal de que algo dentro de nosotros aún se conmueve. Y si sentimos tanto, es porque el mundo nos importa. Porque hay algo que nos conecta, que nos hace humanos. Porque, en el fondo, todos queremos lo mismo: ser comprendidos, ser amados, ser escuchados.


Así que no, no hay que avergonzarse de sentir. No hay que pedir perdón por llorar, por amar demasiado, por entusiasmarse, por tener miedo, por necesitar. Sentir no es una debilidad: es el privilegio más grande que tenemos. Es lo que nos hace estar realmente vivos.


Y si podemos sentir, y además expresarlo, entonces tenemos en nuestras manos la herramienta más poderosa de todas: la posibilidad de transformar el mundo.


Valeria Melissa Pacheco Mena



 
 
 

Comentarios


bottom of page