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Genios declarados, mas poco anunciados

  • Foto del escritor: JOSE RODRIGO ORTIZ QUIROZ
    JOSE RODRIGO ORTIZ QUIROZ
  • 20 abr
  • 2 Min. de lectura

Encore

20 de abril, 2025


A finales de los años setenta, en la efervescente escena musical de Los Ángeles, emergió una banda que no se parecía a nada de lo que había antes: Oingo Boingo. Su mezcla explosiva de new wave, ska, rock y teatralidad los convirtió en una banda de culto, reconocida tanto por su energía frenética como por su originalidad sonora. Al frente de todo esto estaba un personaje singular: Danny Elfman, un compositor autodidacta que con el tiempo se convertiría en una de las figuras más influyentes de la música para cine.


Oingo Boingo nació originalmente como The Mystic Knights of the Oingo Boingo, un colectivo de arte experimental fundado por Richard Elfman, hermano mayor de Danny. Este grupo era más una compañía teatral que una banda de rock, con presentaciones llenas de humor, sátira y referencias a la cultura pop y el cine clásico. Cuando Richard decidió dejar el grupo para dedicarse al cine, Danny tomó las riendas y transformó el concepto hacia una banda más orientada al rock, acortando el nombre a simplemente Oingo Boingo en 1979.



Durante los ochenta, Oingo Boingo se hizo famoso por su estilo ecléctico y su habilidad para moverse entre el mainstream y la contracultura. Canciones como Dead Man’s Party, Weird Science y Just Another Day capturaron la atención de jóvenes que buscaban algo diferente, con letras que tocaban temas de muerte, alienación y la locura de la vida moderna. Su estética visual —colorida, oscura y a veces macabra— fue el preámbulo perfecto para lo que vendría después en la carrera de Elfman.


Mientras lideraba la banda, Danny Elfman empezó a colaborar en bandas sonoras. El punto de inflexión llegó en 1985 cuando su amigo Tim Burton lo invitó a componer la música de Pee-wee’s Big Adventure. A partir de ahí nació una de las colaboraciones más icónicas del cine moderno. Juntos, Elfman y Burton crearon mundos sonoros memorables en películas como Batman, Edward Scissorhands, Beetlejuice y The Nightmare Before Christmas (donde Elfman también prestó su voz a Jack Skellington en las canciones).



En 1995, Oingo Boingo dio su último concierto. Danny, ya totalmente volcado en su carrera como compositor de cine, cerró ese capítulo con la misma pasión con la que lo comenzó. Desde entonces, ha escrito más de cien bandas sonoras, ganado múltiples premios y dejado una huella imborrable tanto en la música popular como en la cinematográfica.


La historia de Oingo Boingo y Danny Elfman es la de una evolución creativa sin miedo al cambio. De los escenarios vibrantes del rock a las orquestas de Hollywood, Elfman ha demostrado que el arte —cuando es auténtico— puede florecer en cualquier forma. Los dejo con la recomendación musical de la semana. Chao.



Rodrigo Ortiz "Orogrid"


 
 
 

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