“El deporte más hermoso del mundo”
- Carlo Clavellina
- 23 abr
- 2 Min. de lectura
En el punto.
Por Carlo Clavellina.
Alguna vez el Papa Francisco dijo que el futbol era el “deporte más hermoso del mundo” por su facilidad para unir naciones, para contar las historias más heroicas en a penas noventa minutos y grabar en la posteridad los nombres de quien lo juegan. Para mí, el mundo es redondo porque es un balón.
Jorge Mario Bergoglio, el sacerdote que iba cada partido al vestuario de San Lorenzo a darles su bendición, que llegó a ser el primer Santo Pontífice americano, llevó siempre su pasión consigo. La colección que el Papa tenía de jerseys de futbol era enorme, podría decirse que de cada nación en el mundo. Pumas, Tigres, Chivas, Cruz Azul, Santos, etc. Varios fueron los equipos mexicanos cuyas playeras pasaron por las manos de Francisco.
Y usted se preguntará: ¿acaso el futbol puede representar tanto? Pues déjeme contestarle con un rotundo sí. El futbol, como usted lo ve, ha sido siempre un bastión que va más allá de una cancha, es a veces un faro de esperanza, un alto al fuego o la fiesta que el mundo necesitaba.
Fue desde las canchas de futbol donde el FC Star le dio esperanza a toda la población de Kiev durante la invasión nazi, cuando sus once héroes jugaron contra la dominación alemana entre la trinchera de la portería, hasta que, en un ultimo partido, dieron su vida por defender con el balón a su patria.
O como olvidar cuando Maradona y la selección argentina del 86’ vengaron tantas muertes en las Malvinas cuando derrotaron a la selección inglesa en la histórica cancha del Estadio Azteca (al que me negaré por siempre de llamar Estadio Santander), y donde las lágrimas de tantas madres pudieron ser limpiadas, al menos, por noventa minutos de juego.
Como olvidar cuando después de clasificar al Mundial de Alemania 2006, el jugador de Costa de Marfil, Didier Drogba, hizo un llamado al cese de fuego en la guerra civil en su país, lo que ayudó, de alguna manera, a la negociación de paz. O el día que Perú clasificó a un mundial, para hacer una fiesta nacional, donde por una noche el país sudamericano pudo tener representación alrededor del globo, pudo sonreír al fin.
No digo que el futbol sea perfecto, los hechos violentos que año con año ocurren en las gradas o las cercanías de los estadios, son prueba de ello, pero cada vez que yo veo a unos niños, con los pantalones rasgados, los tenis rotos y un balón parchado soltar la magia que hasta los “galácticos” del Madrid hubieran deseado, me mantengo firme, que, si Dios jugara algo, sería futbol.
Comentarios