Génesis
- Samantha Lazcano ♡ Apocalipstick
- 26 ene
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 11 feb
Digital Apocalipsis
25 de enero, 2025
Durante el siglo XX, cuando el ser humano jugó nuevamente a ser Dios, creó una pequeña red tejida de aire. Extraña y abrumadora, este artilugio invisible surgió como una herramienta para ataques de información durante la guerra fría, por ahí de los años 60s. Esta naturaleza hostil pareció disolverse cuando veinte años después se ofreció al público mundial, catapultándose como el mayor avance tecnológico del milenio, por no decir, que de todo el tiempo que llevamos existiendo en esta Tierra.
La frescura, jovialidad y apabullante identidad de los años 90s empezó la llamada primera Gran Era Digital. Fue entonces cuando los 80s empezaron a parecerse a la Edad de Bronce y se comenzaron a generar los primeros grandes Titanes de la Red. Periódicos, páginas del gobierno, tablones y foros de preguntas, fotografía, videos cortos y temas en específico como lo último en música, moda y programas de televisión, la creación de los primeros nichos de intereses como el anime, los ídolos pop del momento, modelos, deportes y demás babosadas cursis que le encantan a cualquier cabroncito o cabroncita que estuviera vagando por ahí sin nada que hacer.
Fue en este momento en que la sociedad y política se dieron cuenta de algo: el Internet era una gran herramienta para investigar y obtener información de relevancia académica, para hacer tareas, trabajos y mantenerte informado, pero también acarreaba todo lo contrario. Eso los hizo sonreír, ahora el colosal Estado tenía otro gran tentáculo para manejar a las masas, pero algo que les hizo aparecer una mueca de angustia fue la revelación de que aquellos quienes regían el Internet como todos unos reyes soberanos y su corte eran nada más y nada menos que los jóvenes. Eso los aterró profundamente, y aún más cuando se dieron cuenta de que sus miles de manitas de ancianos no podrían jamás detener la locura y frenesí de millones (ahora miles de millones) de chamacos babosos que pasaban horas y horas pegados a la pantalla buscando y consumiendo de todo en Internet.

En esos años además de los servicios de mensajería existían Metroflog o Fotolog, las primeras redes sociales (orgullosamente latinas) que no eran más que páginas que te dejaban subir una foto por día, recibir votos y comentarios. Podías poner bien cuco tu perfil, así muy rosita y bling-bling o lleno de color negro y calaveritas, igual podías dejar tu firma en el perfil de cualquiera de tus amigos y en el de esa chava que parece la hija de Kurt Cobain, con una carita de ángel y cuerpo de diabla o en el de ese chavo guapísimo que parece hermano perdido de Justin Bieber y que vive bien cerca, ahí por la Calera, a una combi de tu prepa y que por alguna extraña razón crees que es el amor de tu vida a pesar que nomás lo has visto en foto y te manda mensajes escribiendo como si nunca hubiese visto el alfabeto latino. Ya si eras más sofisticado, podías tener MySpace, que es lo mismo pero de los yunaites, de los gabachos.
¿Quieres saber quién es el artista del momento? ¿Quieres saber quién es José María Morelos y quién es Pavón? ¿Quieres ver el vídeo donde un tal Edgar se cae y se ahorra un regaderazo a cambio de un buen madrazo? ¿Quieres ser el más chingón de tu barrio? O, si a esas vamos, ¿Quieres hablar con tus amigos después de clases? Ya sabes, echar chisme por mensaje y después jugar unas partidas de World of Warcraft si eras un teto y te gustaba la onda más medieval, o Club Penguin y Neopets si te gustaban los animales y mascotas, o Gaia Online y Habbo para imaginar cómo sería tu futura casa o ir y destrozarle su patrimonio virtual a tus amigos porque no le pusieron like a tu foto en Facebook.

Eso es, en esencia, para lo que la mayoría de usuarios usaban en su momento el internet. Lo que sea que te guste y te haga sentir bien, lo que sea que te excite, te prenda, te haga rodar los ojos y te haga agua la boca, lo que te haga sentir orgulloso y hacerte gritar a los cuatro vientos o lo que quieras esconder hasta que se te olvide dónde lo pusiste, todo eso está en este nuevo Digital Paraíso, porque para eso fue creado y hoy está a nuestra disposición, hay para todos gustos, colores y sabores.
Sin embargo, esa pequeña red creció alimentada por todos nosotros y ahora es Pecado Mortal. Una telaraña monstruosa, intangible y confusa, sostenida entre circuitos enormes y cables enmarañados, satélites y grandes estaciones que se entrelazan y laceran entre sí, supuran señales y tienen derrames de información como si fuesen constantes paros cardiacos, aneurismas. El Internet, ese falso Prometeo Encadenado que ahora parece haber crecido una conciencia propia, un nuevo corazón y cerebro pero que nosotros, ciertamente ingenuos hemos aceptado en nuestras vidas como a un Mesías, o como algo más grande quizá. Esa es la variedad de matices que puedes encontrar en Internet, este nuevo y maravilloso jardín del Edén.
Samantha Lazcano Montero

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