El cuento de la criada: Una distopía aterradoramente actual
- ANGEL ALBERTO MENDOZA HERNANDEZ
- 26 feb
- 7 Min. de lectura
UNIVERSOS DE TINTA
26 de febrero, 2025

"Pensar puede perjudicar tus posibilidades, y yo tengo intención de resistir". (Defred, 1985)
Hay libros que te dejan pensando un par de días después de terminarlos y luego están los que se quedan contigo para siempre, como una sombra incómoda en la mente. El cuento de la criada de Margaret Atwood es definitivamente uno de estos últimos. No importa cuántas veces lo leas, siempre logra ponerte la piel de gallina. Y no porque hable de un futuro apocalíptico lleno de tecnología alienígena o monstruos sobrenaturales, sino precisamente porque su terror radica en lo humano, en lo real, en lo que podría pasar.

La historia nos sitúa en Gilead, un régimen totalitario que ha reemplazado a los Estados Unidos. En este lugar, las mujeres han perdido todos sus derechos y son clasificadas según su función: las Esposas, las Marthas (encargadas de las tareas domésticas) y las Criadas, cuyo único propósito es la reproducción. La protagonista, Defred, es una de estas Criadas. Su único valor reside en su capacidad de concebir, y su existencia gira en torno a cumplir con este rol o enfrentar consecuencias terribles.
Lo escalofriante de esta novela es su capacidad de hacer que lo impensable parezca aterradoramente posible. Atwood no inventa tecnologías futuristas ni criaturas irreales; en cambio, toma eventos históricos y prácticas culturales que han ocurrido (y, en algunos casos, todavía ocurren) en diferentes partes del mundo y los mezcla para crear una sociedad opresiva que parece familiar. Esta decisión consciente de la autora nos obliga a enfrentarnos a la pregunta más inquietante de todas: ¿podría realmente pasar algo así?
Margaret Atwood y su visión histórica
Margaret Atwood escribió El cuento de la criada en 1985, pero su relevancia no ha hecho más que crecer con el tiempo. La autora se inspiró en movimientos teocráticos y totalitarios a lo largo de la historia, así como en la lucha de las mujeres por sus derechos en diferentes épocas y lugares. De hecho, uno de los aspectos más impactantes de su narrativa es que todos los eventos, castigos y normas de Gilead están basados en situaciones reales. Atwood ha declarado que no incluyó nada en su novela que no hubiera sucedido en algún lugar del mundo en algún momento de la historia.
Al leer la novela, es imposible no notar las influencias de los puritanos de Nueva Inglaterra, las políticas represivas de algunos regímenes totalitarios y las estrictas interpretaciones religiosas que subyugan a las mujeres. La autora entrelaza estos elementos de una manera tan natural que la distopía de Gilead se siente alarmantemente posible.
Atwood también juega con la idea de la memoria histórica y la importancia de no olvidar. Defred recuerda su vida anterior, cuando tenía un trabajo, una familia y libertad. Estos recuerdos no solo la ayudan a mantenerse cuerda, sino que también sirven como un recordatorio inquietante de lo rápido que pueden cambiar las cosas.
Un espejo de nuestra sociedad
Aunque fue escrita hace más de tres décadas, El cuento de la criada sigue siendo dolorosamente relevante. La novela aborda temas como el control sobre el cuerpo de las mujeres, la vigilancia extrema, la manipulación de la religión con fines políticos y la pérdida gradual de derechos fundamentales. Estos temas no solo resuenan en el contexto histórico en el que se escribió el libro, sino que también encuentran eco en debates contemporáneos sobre los derechos reproductivos, la igualdad de género y las libertades civiles.
Quizás uno de los aspectos más perturbadores de la novela es cómo Gilead justifica sus acciones bajo la apariencia de "proteger" a las mujeres. Las Criadas son forzadas a ser "mantenidas a salvo" del acoso y la violencia, pero a costa de su libertad y autonomía. Este argumento retorcido es un recordatorio de cómo las justificaciones paternalistas pueden utilizarse para restringir los derechos.
Algunos críticos han señalado que Atwood presenta una visión excesivamente pesimista del futuro, pero precisamente ese es su poder. La autora no está prediciendo el porvenir, sino advirtiendo sobre lo que podría suceder si no se cuestionan las estructuras de poder. En este sentido, El cuento de la criada no es solo una distopía, sino también una llamada de atención.
El impacto en la literatura y la cultura popular

El impacto de El cuento de la criada en la literatura y la cultura popular es innegable. La novela ha sido traducida a más de 40 idiomas y adaptada a múltiples formatos, incluidos una película, una ópera y, por supuesto, la exitosa serie de televisión de Hulu. Esta última ha revitalizado el interés por la historia, atrayendo a una nueva generación de lectores y convirtiendo el atuendo de las Criadas en un símbolo de resistencia en protestas a nivel mundial.
Además, este libro ha inspirado un subgénero de distopías feministas que exploran la opresión de las mujeres en futuros cercanos, influyendo en obras contemporáneas como Vox de Christina Dalcher y El poder de Naomi Alderman. Es por eso que considero que Margaret Atwood no solo ha dejado su huella en la literatura, sino que ha dado voz a preocupaciones sociales y políticas que continúan resonando.
Una advertencia necesaria
Leer El cuento de la criada no es fácil, pero es necesario. La historia de Defred es desgarradora, claustrofóbica y, en muchos momentos, profundamente injusta. Pero esa es precisamente la intención de Atwood: incomodarnos, hacernos cuestionar, obligarnos a mirar lo que no queremos ver.
Más allá de su valor literario, El cuento de la criada es una advertencia sobre los peligros de la complacencia y la indiferencia. Es un recordatorio de que los derechos pueden perderse más rápido de lo que creemos y de que el poder, cuando no se cuestiona, puede volverse opresivo.
Margaret Atwood ha creado una obra maestra que no solo ha resistido la prueba del tiempo, sino que también ha ganado fuerza y relevancia con los años. Es un libro que nos obliga a mirar hacia el pasado, observar el presente y reflexionar sobre el futuro que queremos evitar.
Si aún no lo has leído, prepárate para un viaje emocional e intelectual intenso. Porque El cuento de la criada no es solo una novela; es un espejo, una advertencia y, sobre todo, una llamada a no quedarnos en silencio.
Critica y opinión sobre el cuento de la criada
El cuento de la criada de Margaret Atwood es uno de esos libros que te sacuden hasta el alma. Me encantó, pero me dejó reflexionando durante días. No es solo una historia distópica más; es una advertencia, una mirada incómoda a lo que podría ser nuestro futuro si no tenemos cuidado.
Lo más escalofriante de este relato es que el clima sociopolítico descrito se asemeja más al presente que a la época en que fue concebido. Margaret Atwood escribió esta novela en 1985, inspirándose en regímenes totalitarios y teocráticos a lo largo de la historia, pero es imposible no notar los paralelismos con situaciones y discursos contemporáneos. Lo que en un principio entendemos como una distopía es, en realidad, una cruda radiografía del rol de la mujer actual en una sociedad que ha sucumbido a la paranoia, al fanatismo y al control sobre el cuerpo femenino.

Atwood construye Gilead como un mundo opresivo en el que las mujeres han sido despojadas de sus derechos y reducidas a roles estrictamente definidos. Las Criadas, como Defred, solo son valoradas por su capacidad reproductiva. Se les priva de sus nombres, de su independencia y de su libertad de pensamiento. Es imposible leer esto sin sentir una mezcla de impotencia y rabia, especialmente cuando reconoces ecos de estas ideas en debates contemporáneos sobre derechos reproductivos y equidad de género.
El cuento de la criada no es solo una historia sobre un régimen totalitario; es un reflejo de temores profundamente arraigados en nuestra sociedad. La novela expone cómo el poder puede corromper y cómo el fanatismo puede justificarse bajo la apariencia de “protección” o “moralidad”.
La autora no inventa nada fuera de lo humano; no hay tecnología futurista ni elementos sobrenaturales. Lo que asusta es precisamente eso: todo lo que ocurre en Gilead ha sucedido, de una u otra forma, en algún momento de la historia. La manera en que se utiliza la religión para justificar la opresión y cómo se controla la narrativa para manipular la verdad resulta inquietantemente familiar.
Su estructura narrativa es magistral. La autora utiliza una narración en primera persona, fragmentada en el tiempo, que nos sumerge de lleno en la mente de Defred. Sentí su miedo, su desesperanza y su lucha interna por mantener su identidad. La manera en que la autora juega con los recuerdos de la protagonista, alternando entre su vida antes de Gilead y su presente opresivo, crea una sensación constante de pérdida y nostalgia.

La protagonista me recordó a otros grandes personajes de la literatura distópica, como Guy Montag de Fahrenheit 451 o Winston Smith de 1984. Al igual que ellos, es un ser resiliente y determinado, cuyo raciocinio e instintos primarios resisten al peso destructor de un ente totalitario y opresor. Pero su lucha es aún más desgarradora porque está marcada por la pérdida de su identidad como mujer, madre y ser humano.
Más allá de su valor literario, El cuento de la criada es un espejo incómodo de nuestra sociedad. Es un recordatorio de que los derechos, una vez obtenidos, no están garantizados para siempre. Al leerlo, no pude evitar reflexionar sobre cómo el fanatismo, la manipulación de la religión y el control sobre el cuerpo de las mujeres siguen siendo temas relevantes en la actualidad.
Este libro no solo me encantó, sino que también me obligó a cuestionar muchas cosas. Me dejó con una sensación de incomodidad y un impulso de no permanecer indiferente ante las injusticias. Creo que esa es la verdadera fuerza de esta obra: no solo cuenta una historia poderosa, sino que nos sacude y nos invita a reflexionar.
Lo recomiendo profundamente, pero también advierto que no es una lectura fácil. Es un libro que duele, que asusta y que, sobre todo, nos recuerda lo frágil que puede ser nuestra libertad si no estamos atentos.
Por: Angel MH
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